jueves, 27 de octubre de 2011

Fue tanto amor, fue tanto amor, fue tanto, tanto, tanto amor... que no encuentro momento pa' olvidar.
No tengo ganas de olvidar. No doy con el tiempo pa' olvidar. No tengo tiempo pa' olvidar. Me pierdo en el tiempo pa' olvidar. Es que no hay ganas de olvidar...

miércoles, 5 de octubre de 2011

El Club de la hipocresía

Un club deportivo se inauguró el fin de semana pasado en mi pueblo.

Una amiga me invitó a asistir como espía, ya que su madre es gerente de ventas en otro club, por lo que la idea era pirate… ver qué tal estaba la competencia.

Días antes, un amigo del trabajo me contó que había ido a conocer las instalaciones del nuevo lugar, porque tenía la idea de apuntarse con otros amigos.
Él es muy de ejercicio, gimnasio, dietas… así que vio como buena oportunidad el inscribirse en un sitio donde pudiera tener varias opciones para sus rutinas de mantenimiento y demás actividades, compartiendo gastos con otros compis que buscaban lo mismo.

Mi amigo es un tipo guapo, varonil; muy mexican macho style, con la salvedad de que –como él mismo dice-en cuanto abre la boca, aflora la nenita que lleva dentro, irremediablemente.

Y de esto se dieron cuenta quienes le dieron el tour por el lugar. Me contó cómo uno de los vendedores comenzó a explicarle de manera nerviosa que únicamente se podían inscribir familias o parejas hombre-mujer. (“Por ejemplo, Usted y su NOVIA”, le decía el chico vendedor, enfatizando mucho lo de la NOVIA, mientras otra vendedora que parecía ser la jefa, le hacía segunda con un “Y oseaaaa, su NOVIA con planes de CASARSE, por supuestoooo”)

Mi amigo le explicó al vendedor que no tenía novia, esposa y mucho menos planes de casarse; que la idea era inscribirse con un grupo de amigos: una pareja de casados (hombre-mujer, para su tranquilidad, por supuestoooo) y otro más, soltero, al igual que él.

Sudando la gota gorda y hablándole en voz baja ésta vez, el vendedor le sugirió como mejor idea, que junto con su amigo soltero, se consiguiera unas “amigas” que se hicieran pasar por sus novias.

Al ver que a mi amigo no le caía tan en gracia la brillante idea, el atribulado vendedor no tuvo más remedio que decirle: “Es que así son las cosas aquí. Quieren que el club sea familiar y que la gente esté… cómo decirlo… tranquila”.

Ya más relajado y con mejor humor ante el ligero ambiente discriminatorio que experimentó ese día, mi amigo me contaba divertido que seguramente los vendedores se habían imaginado que planeaba pasearse con sus amistades gay por la alberca “familiar”, enfundado en un speedo color rosa y con su toalla de barbie encima.

Así la cosa, camino a nuestra encomendada labor de espías, le platiqué ésta historia a mi amiga; más que por chismerío, por saber qué pretexto pondríamos para que no nos hicieran fuchi los del club, puesto que ambas somos solteras, sin novio ni marido a la redonda, ni amigos que nos pudieran hacer el gran favor de fingir que tienen planes de casorio con nosotras.

Como por fregar, lo primero que se nos vino a la mente fue armar un escandalito en pleno discurso mocho de los dueños del lugar, abogando por nuestro derecho a pertenecer a su selecto club y a ponernos bronceador teta con teta, si así nos daba la gana.

Finalmente y aterrizadas en la realidad, nos chutamos los soporíferos discursos de inauguración, criticamos y reímos sin piedad, levantamos evidencia fotográfica, tragamos canapés como muertas de hambre y luego, muy dignas, nos retiramos del lugar para ir al cine a ver una peli muy familiar.